Hace ya mucho tiempo que se viene hablando de nuevas prácticas y de una nueva forma de entender cómo debe ser la ciudad para que sea mejor, más sostenible, vivible e inclusiva. Estas prácticas han vivido un momento muy bueno de experimentación, donde han encontrado muchos escenarios para probar y comprobar teorías. Se trata de propuestas que nacen en contraposición al modelo urbanístico especulativo y expansivo que vivimos en décadas pasadas —auspiciado principalmente por la ley del suelo de 1997— y que tienen en la participación, la colaboración, la horizontalidad, la ecología, la perspectiva feminista y la utilización de las nuevas herramientas digitales sus principales rasgos diferenciadores.
Sería un pensamiento muy simplista pensar que el escenario de la posburbuja del ladrillo ha sido el único partícipe de este cambio de mentalidad, ya que previamente se encuentran grandes referencias de las que hay que tomar buena nota para empezar a hablar de ‘nuevo urbanismo’. Pero el objetivo de este post no es hacer un recopilatorio; es demostrar que es sumergirse en otras formas de hacer ciudad no es solo interesante, sino que cada vez es más necesario: la crisis climática, la concentración inevitable de la población en núcleos urbanos, la tensión en la convivencia, la contaminación atmosférica, sonora y lumínica, los problemas de movilidad, la desigualdad en aumento, las dificultades de acceso a la vivienda, la inseguridad, la consciencia de que distintos colectivos subalternos quedaron fuera de las políticas urbanas, etc.
Con todos estos propósitos no es de extrañar que miremos hacia los poderes públicos para que tiren de las riendas de este cambio, hacia políticas urbanas que no vuelvan a caer en las dinámicas desarrollistas que han hecho que lleguemos donde estamos: el ímpetu de consumir suelo, ampliar la ciudad, construir y solo rehabilitar en determinados momentos, dejando que sea el mercado el que marque la pauta y el futuro de los residentes. Ante esa perspectiva debe imponerse la visión de una ciudad densa, compacta, continua y compleja. ¿Qué significa esto? Se trata de los cuatro conceptos urbanísticos preferidos de Ramón López de Lucio y visibilizan un modelo de ciudad que aprovecha sus recursos, que otorga a la ciudadanía la posibilidad de realizar sus labores y desplazamientos diarios de manera eficiente, en el uso tanto de su tiempo como de sus recursos.
Compacta frente a la dispersión urbana de los años de la burbuja, una ciudad que facilita la racionalidad de los desplazamientos y reduce las distancias entre los distintos usos–huyendo de los largos recorridos diarios al trabajo, incluso de varias horas en cada trayecto-, que minimiza el uso de recursos y el consumo de suelo y que aumenta las relaciones de proximidad; densa, que permita generar la suficiente masa crítica de población para garantizar una adecuada dotación de servicios públicos –equipamientos sanitarios, educativos, administrativos-, un sistema de transporte eficaz con buena cobertura y frecuencias competitivas y una adecuada vida social, cultural y comercial; compleja, una ciudad de usos diversos, para evitar el fracaso de los espacios monofuncionales -lugares dedicados solo a una actividad-, que se vacían cuando la actividad en cuestión no se realiza, con el desaprovechamiento de suelo que esto conlleva y los problemas que genera: inseguridad, guetificación, etc.; y continua, para evitar la fragmentación de la ciudad, con microfragmentos aislados entre sí, como los PAU’s o los barrios-dormitorio.
Con todo este horizonte de problemas a solucionar y un modelo de ciudad en mente, ¿cuáles son los principios de la innovación urbana que deberían tener todos los y las profesionales en mente a la hora de planificar?.
Transdisciplinariedad:
Si estamos hablando de la integralidad a la hora de planificar no podemos quedarnos en las aproximaciones meramente disciplinares. De poco sirve una planificación centrada en la movilidad si ésta no está acorde con la política económica que sigue una ciudad. Por eso, en @PlataformaCivicaSanFernando aplicamos en todos nuestros proyectos y propuestas un enfoque transdisciplina en el que los diagnósticos y los programas atienden a cuestiones diversas: espacio público, movilidad, actividad económica, inclusión social, cultura, patrimonio, etc. Es a través de la consideración simultánea de todas estas cuestiones que podemos generar estrategias urbanas que den respuesta a los actuales retos.
La permeabilidad teórica y conceptual es imprescindible, ya que se trata de construir el proyecto urbano integrado, otorgando las parcelas de responsabilidad correspondientes a cada una de las disciplinas. Un reto hoy día en la Administración pública, donde muchas veces las áreas municipales operan aisladas entre ellas, carecen de dinámicas ni protocolos para compartir información o, incluso, existen tensiones de poder entre ellas.
Además, es importante entender el carácter transversal que deben adquirir cuestiones como el feminismo o el ecologismo tanto en los procesos como en las transformaciones urbanas.
Participación ciudadana:
Se viene diciendo en todos los puntos de manera reiterada: sin la implicación, el compromiso y la voz de un amplio espectro de agentes urbanos, difícilmente resultarán exitosos los procesos de transformación. Por eso, la innovación urbana viene de la mano de procesos donde las personas plantean su percepción del lugar donde viven, trabajan o visitan, sus problemáticas y sus potenciales. Si somos capaces de recoger esa valiosa información y cruzarla con otros datos (como los indicadores de sostenibilidad y la información procedente de fuentes de datos abiertos), así como con las valoraciones de los propios técnicos municipales, tendremos en nuestra mano la base para desarrollar mejores diseños urbanos.
Eso sí, hay que tener claro que la participación tiene unos límites. Por un lado está la capacidad de entender el proyecto, la necesidad de hacer pedagogía antes de la recogida de información y la responsabilidad de los promotores de mostrar el objetivo del proceso de manera concreta y clara. A todos estos condicionantes se le unen la lucha de intereses, agentes y colectivos con necesidades y objetivos diferentes, y en ocasiones, opuestos. Saber diseñar soluciones que atiendan a estos intereses es en muchas ocasiones una cuestión de equilibrio y de pedagogía hacia unos y otros.
Por todo ello, insistimos. No se trata de hacer copia y pega e incluir lo que la ciudadanía diga al proyecto, sino construir, de forma conjunta y atendiendo a las diferentes necesidades, los objetivos y estrategias que definen los proyectos. Pautas, metodologías y herramientas que permiten, en definitiva, desarrollar las mejores soluciones posibles de forma inclusiva y trabajando con la diversidad.
Resiliencia:
¿Sería posible hacer la ciudad del mañana si no pudiera perdurar en el tiempo? Los motivos para ver el pensamiento desarrollista como imposible de sostener en el futuro están claros: los crecientes impactos del cambio climático, el consumo del suelo como recurso limitado, las relaciones conflictivas entre el entorno urbano y el rural, e incluso la propia demografía.
Como ya hemos dicho en un principio, el cambio climático y el declive del medio ambiente está generando que lo que antes podría ser una opción ahora es una imperiosa necesidad. Las ciudades –unas más que otras- y sus entornos de influencia sufrirán los embistes de este proceso global: subida del nivel del agua en las costas, riadas en las zonas fluviales, tormentas cada vez más violentas, temperaturas extremas… Esta realidad hace tiempo que se empezó a tener en cuenta en el urbanismo, pero ¿es suficiente? Se debe inclinar la balanza hacia la resiliencia de las ciudades, teniendo la naturaleza como aliada, no como enemiga. Y como tal debemos incluir en nuestro vocabulario (urbanístico) términos como infraestructura verde, naturalización, emisiones cero, resiliencia, etc.
La reducción de los desplazamientos en vehículos privados motorizados, la eficiencia energética, el uso racional de los recursos que consumen las ciudades, son la única alternativa posible. Solo así reduciremos los alarmantes niveles de contaminación de nuestras ciudades y combatiremos el cambio climático. Pero para lograrlo es imprescindible una voluntad política firme y la capacidad de implementar programas a largo plazo, que vayan más allá de los periodos electorales y que en ningún caso se asocien a intereses únicamente partidistas.
Nuevas tecnologías:
Como en otros momentos de la historia, los avances en tecnología deben verse como nuevas herramientas a aplicar en los proyectos de transformación urbana. Pensando a corto alcance, las nuevas tecnologías permiten posibilidades aumentadas en la recogida, el acceso y la gestión de datos –fuentes de datos abiertos, redes sociales, herramientas de ampliación de la participación, etc.-. En una visión más conceptual, las nuevas tecnologías han abierto en muchas otras disciplinas nuevas perspectivas, derivadas de los conceptos de software libre, bottom-up y beta permanente.
El concepto beta permanente es el que mejor define y el que más claves aporta para hacer frente a este reciclaje de las prácticas arquitectónica y urbanística. Hace alusión a, entre otras muchas cosas, la reivindicación del proceso frente al objeto, la horizontalidad del trabajo y el aprovechamiento del pensamiento en red; al desarrollo del conocimiento colectivo y la apropiación comunitaria de los proyectos como estrategia para la búsqueda de soluciones óptimas. Por otro lado está la idea de bottom-up (de abajo arriba). Por norma general los procesos participativos impulsados por la Administración han fracasado en su intento por promover la implicación ciudadana, en parte por la falta de canales y, en parte, por su propia condición jerárquica. Frente a estos procesos que podríamos denominar top-down (de arriba abajo), cabe incorporar lógicas bottom-up: procesos en los que el tejido social es el impulsor del proyecto, dinamizando comunidades desde pequeñas parcelas de acción, como la imagen de un puzzle que adquiere significado a medida que enlazamos las diferentes piezas. De este modo se posibilitan mecanismos de apropiación y autonomía.
Otra de las nuevas tecnologías que tienen que aparecer en la innovación urbana son el big data y el deep learning. La recogida de datos proporciona una valiosa fuente de información que nos permite conocer el funcionamiento de la ciudad de manera más precisa y realizar una predicción y una planificación más ajustada de los usos, los desplazamientos y de las dinámicas sociales y económicas, además de ser información más proactiva que reactiva.
Estos principios de la innovación urbana deben ir siempre apoyados en uno de los mayores retos que como sociedad tenemos: reducir la desigualdad y acabar con la vulnerabilidad. En clave urbanística, la transparencia en la participación ciudadana y la multidisciplinariedad en los procesos hacen que logremos incluir el mayor número de opiniones, visiones y realidades en ese nuevo diseño urbano. También debemos fomentar una cultura de la corresponsabilidad ciudadana en la transformación y el cuidado de las ciudades que integre tanto al sector público, a la ciudadanía y a los agentes sociales como al sector privado.
Aunque de una forma u otra ya hemos hablado de ellos, es conveniente señalar que los retos del Desarrollo Urbano Sostenible –acabar con la brecha social, renaturalización, rehabilitación, fin del abuso de los recursos- estarán presente en nuestras ciudades por mucho tiempo; por eso, cualquier tipo de innovación que se realice en la forma de releer nuestras ciudades debe incorporar esta mirada. De lo contrario, estaremos poniendo en duda el futuro de todas ellas.
@PlataformaCivivaSanFernando
* Artículo revisado y ampliado según el publicado en la revista FUA.
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