sábado, 4 de junio de 2022

30.05.2022 - FERNANDO III EL SANTO, 30 de Mayo SAN FERNANDO, PATRÓN DE NUESTRO PUEBLO.


En 1248 el Rey de Castilla y León, Fernando III EL SANTO tomaba la musulmana ciudad de Sevilla en su campaña de Reconquista de Andalucía. Su reinado fue fecundo en victorias militares, dejando reducida la presencia musulmana al reino nazarí de Granada, y creando el reino hegemónico de la península, por extensión, poderío economico, militar y demográfico, al unir los antiguos reinos de León y Castilla bajo su monarquía.
Pero su labor militar no es menor que su labor política, cultural y religiosa, siendo el rey más destacado del medievo junto con su hijo y sucesor Alfonso X (El Sabio).
Feliz Día de nuestro Patrón a tod@s.
¡VIVA SAN FERNANDO!


INTRODUCCIÓN.

Fernando III, rey de Castilla y León, es sin duda el monarca más relevante del periodo medieval español junto con su hijo y sucesor Alfonso X El Sabio. El presente artículo recoge una breve reseña de su vida, así como sus hechos más significativos a nivel cultural, religioso, social y político. Destacando la importancia de su papel en la Reconquista, al arrebatar del dominio musulmán buena parte de la actual Andalucía, siendo hitos de esa conquista la toma de ciudades tan importantes como Jaén, Córdoba o Sevilla participando en el asedio de ésta última la recién creada marina de guerra de Castilla comandada por el almirante Bonifaz, germen de la Armada Española.

Este artículo refleja todo ello en relación con la figura histórica de un rey que, tras su canonización en 1671, subió a los altares, y que, por ello, es hoy patrón de nuestro municipio, por decisión de su regio fundador, otro rey más cercano a nosotros en el tiempo, también llamado Fernando, Fernando VI de España, que en el 1746 fundara el Real Sitio con la Real Fábrica y nueva población que ha dado origen al moderno San Fernando de Henares.








LA EDAD DE ORO DE CASTILLA
HACE 800 AÑOS, EL HIJO ADOLESCENTE DE ALFONSO IX DE LEÓN Y DOÑA BERENGUELA DE CASTILLA ERA PROCLAMDO REY

Manuel González Jiménez trazó su biografía y valoró su exitoso reinado a partir de las crónicas medievales, en este artículo publicado en el N.º 225 de la revista LA AVENTURA DE LA HISTORIA en julio de 2017

Valladolid, 2 de JULIO DE 1217. En las afueras de la ciudad se proclamó al infante Fernando, de unos dieciséis años, como rey de Castilla. Había nacido, probablemente, al inicio del verano de 1201, en un descampado cercano al monasterio de Valparaíso, término de Peleas de Arriba (Zamora). Ello le valdría el sobrenombre de "el Montesino". El infante recién nacido era hijo del rey leonés Alfonso IX y de la infanta castellana doña Berenguela, hija de Alfonso VIII, el vencedor de Las Navas de Tolosa.

Desde las crónicas medievales, los historiadores de Fernando III, llamado el Santo, han centrado principalmente su atención, en las conquistas del monarca en Andalucía, que fueron el aspecto más relevante de su reinado. En cambio, sabemos muy poco de su actividad política y de gobierno, de su obra legislativa o de sus relaciones con las fuerzas políticas del reino, con excepción de la Iglesia. Incluso su actividad repobladora -complemento inseparable de la conquista- ha sido analizada de manera insuficiente.

En cualquier caso, sabemos lo bastante de él para tratar de los aspectos fundamentales de su biografía. Conocemos peor su época, sobre todo em ciertos niveles básicos como la demografía. el desarrollo económico y la evolución social, aunque es mucho lo que se ha avanzado en el conocimiento de esa primera mitad del siglo XIII en la que Castilla y León alcanzaron un optimun en la expansión iniciada en los siglos anteriores.

En este sentido, Fernando III es fiel reflejo de una época pletórica de energías y dinamismo. Fue heredero de dos grandes monarcas, muy diferentes: su abuelo Alfonso VIII de Castilla (1158-1214). Desde el punto de vista personal, Fernando debe mucho a su madre, doña Berenguela, a cuya sombra se crió y cuyo consejo inspiró, hasta la muerte de la vieja reina en 1246, su obra de gobierno y hasta muchos acontecimientos de su vida familiar, como sus dos sucesivos matrimonios con Beatriz de Suabia (1219) y Juana de Ponthieu (1237).

La historia tiene mucho de azar, y, en buena medida, Fernando III fue prueba de ello. Nacido infante de León en 1201, el azar puso en peligro sus derechos al ser disuelto por el papa Inocencio III, en 1204, el matrimonio de sus padres, Alfonso IX de León y Berenguela de Castilla. Tras complejas y duras negociaciones, en 1206 se firmaba el "Tratado de Cabreros", por el que se reconocía a Fernando como heredero de León, al tiempo que se le garantiza un amplísimo infantado formado por una serie de villas y castillos donados por los monarcas leonés y castellano que se sumaron a los que, en concepto de arras, pertenecían a doña Berenguela.

UN RIVAL FUGAZ.

Quedaba eliminado, así como heredero al trono leonés el otro infante Fernando, hijo del primer matrimonio del rey de León con Teresa de Portugal, también disuelto por Inocencio III. De todas formas, y mientras el futuro Fernando III se educaba en Castilla, su hermano homónimo frecuentaba con alarmante asiduidad la corte leonesa, titulándose primogénito de Alfonso IX. Su muerte imprevista en 1214 despejó de momento el camino a Fernando, llamado en León "el castellano", hacia el trono leonés. Y, en efecto, desde la primavera de 1216, el joven infante volvía a residir en León, junto a su padre.

De nuevo el azar le conducirá al trono castellano, porque solo algo tan absolutamente imprevisible como el fallecimiento, a comienzos de junio de 1217, de su tío Enrique I de Castilla de un golpe en la cabeza mientras jugaba en el palacio episcopal  de Palencia permitió su proclamación , también azarosa, en Valladolid el 2 de junio de ese mismo año, tras la renuncia en su favor hecha por su madre doña Berenguela, a quien correspondía el trono como hija mayor de Alfonso VIII y hermana del rey difunto.

El acceso de Fernando III al trono leonés y la reunificación, en 1230, de Castilla y León fueron fruto del prestigio alcanzado ya por el joven monarca castellano y de la habilidad política de doña Berenguela, así como de la generosidad de la primera mujer de Alfonso IX, aunque algo de riesgo y azar hubo en el proceso, ya que el monarca leonés había designado como herederas a las dos hijas, Sancha y Dulce, habidas con Teresa de Portugal.

Los historiadores de la época se hicieron lengua de Fernando III, lo mismo que de su madre, la reina doña Berenguela, y de su primera esposa, Beatriz de Suabia. Hay mucho de elogio áulico en todos ellos, pero también mucho de verdad, ya que todos los cronistas y obispos _Lucas de Tuy, Rodrigo Jiménez de Rada y Juan de Osma-, que le trataron con asiduidad y le conocieron muy bien, vieron en él un reflejo de las virtudes y capacidades de su abuelo Alfonso VIII y de su madre Berenguela, y hasta de habilidad política de su padre.

MUCHO MESURADO.

Pero es la historiografía elaborada en la corte de su hijo Alfonso X la que mejor refleja la exaltación que los contemporáneos hicieron de la figura y de la fama del monarca Santo. La "Estoria de España o Primera Crónica General", cuya parte final (1252-1252) parece que se ve concluyo a comienzos del siglo XIV, es reflejo de la opinión que tuvieron del rey sus contemporáneos, como se observa en el elogio que le dedica la crónica tras haber referido la muerte y exequias del rey en Sevilla: "Este fue rey mucho mesurado et cumplido de toda cortesía y de buen entendimiento, muy sabidor; et muy bravo et muy sañudo en los lugares donde convenía, muy leal el muy verdadero en todas las cosas que lealtad debiese ser guardada. Pero, aunque mucho le temían los moros, era de ellos mucho amado; esto era por la gran lealtad que en él habían siempre hallado".

Este encendido elogio parece resumir otros más directamente relacionados con Alfonso X, que fue el primer panegirista del Santo Rey castellano. El más conciso es el que mandará inscribir en latín, castellano, hebreo y árabe en sendas lápidas que todavía ornan la tumba de Fernando III en la Capilla Real de la catedral de Sevilla.

Su fama desbordó los confines de España en vida del rey hasta el punto de que su muerte fue recogida con toda puntualidad a finales de 1252 por Mateo Paris, un monje del monasterio inglés de St. Albans, cercano a Londres, en sus “Chronica Majora”. El registro del acontecimiento no era una mera curiosidad, ya que se refería a uno de los personajes más conocidos y admirados de una época plena de grandes personalidades con las que Fernando II tuvo y mantuvo una estrecha relación de parentesco y amistad. Era primo del hermano de San Luis IX de Francia y, por su matrimonio con Beatriz de Suabia, de la casa imperial de los Stauffen; era también cuñado del último gran emperador alemán, Federico II, llamado en su época "stupor mundi" (asombro del orbe). Por último, por su abuela la reina Leonor de Aquitania, la protectora de poetas y artistas era pariente además de Enrique III de Inglaterra.

Ningún monarca hispánico anterior había reinado sobre un territorio tan amplio. A los reinos que le cediera su madre doña Berenguela en 217 se añadieron en años sucesivos los de León, Asturias, Galicia y Badajoz -heredados de su padre Alfonso IX-, y los reinos de Sevilla, Córdoba, Murcia y Jaén, ganados por su esfuerzo en una larga serie de campañas afortunadas.
Al final de su vida pudo dirigir a su hijo Alfonso X las memorables palabras, mezcla de orgullo por la labor realizada y de preocupación por el futuro de sus conquistas, que recoge la "Crónica de España": "Fijo, rico quedas de tierra e de muchos buenos vasallos, más que rey en la cristiandad sea, et en tu señorío queda toda: la una conquistada, la otra tributada. Si en este estado en que te la dejo la supieres guardar, eres tan buen rey como yo; y si ganares por ti más, eres mejor que yo; y si de esto menguas, no eres tan bueno como yo".

No ha habido rey castellanoleonés que gozara de mayor popularidad asentada no solo en su fama de santidad con que la piedad popular le honró desde el momento mismo de su muerte, sino en su prestigio como rey conquistador del sur islámico: de Baeza (1225), de Córdoba, la antigua y decaída Córdoba, capital del Califato (1236); de la encastillada Jaén (1246), y de la próspera y deslumbrante Sevilla (1248). Admirado de amigos y hasta de antiguos enemigos, como el rey de Granada, Muhammad I, y querido por su pueblo, que contribuyó con su esfuerzo y su dinero a las campañas de conquista, gozó durante su reinado de esa prosperidad que se basa en el orden interior, impuesto con toda energía, si el caso llegaba, y en la recta administración de la justicia.


PROSPERIDAD.

De esta forma, en la mentalidad colectiva del pueblo, su reinado, como el de su abuelo Alfonso VIII, se convirtió muy pronto -aun en vida del rey- en una especie de edad dorada, presidida por la prosperidad y el buen gobierno. Por ello, su muerte fue llorada por sus súbditos como la de un padre. Y así, los continuadores de la "Crónica de España" o los propios compiladores que trabajaron en ella cerraron esta obra con un breve capítulo en el que, antes de referir el enterramiento del cuerpo del Santo Rey, se describe el llanto de todo el reino, de sus vasallos moros y de los habitantes de la ciudad de Sevilla, para concluir con unas palabras que, escritas en una época amenazada permanentemente por el azote del hambre, hacían del reinado de Fernando III época excepcional y añorada: "Una gran merced le fizo Dios siempre extremadamente: en el su tiempo, año malo ni fuerte en toda España no vino, y señaladamente en la su tierra".
Es difícil sintetizar la vida de un monarca extraordinario por tantos conceptos. Lo haremos, no obstante, utilizando la información que su hijo Alfonso X dejara escrita en el libro llamado "Setenario", en el que se inserta un elogio apasionado, reflejo de admiración por la memoria de su padre, por sus cualidades morales, por su labor de gobernante, por sus dotes militares y, por supuesto, por su santidad.

¿Cómo era Fernando III? Según Alfonso X, era un hombre apuesto y bien proporcionado, de hermoso color y de aspecto noble y autoritario, de forma que por él la gente conocía que era el señor de los otros que allí estaban. Se discute sobre su estatura, si bien se ha calculado que debía rondar, como la de su hijo Alfonso, en torno a 1,75 metros. Es posible fuese de tez clara y pelo rubio, color, por otra parte, predominante en su familia.

Respecto a sus cualidades morales, Alfonso X destaca las que se exigían de un rey y de un noble de su época: su capacidad para hablar y razonar con corrección; modales corteses o cortesanos; moderación en el comer, beber y dormir, afición a los ejercicios físicos (andar, cabalgar y cazar) y militares (bohordar o alancear); gusto por los juegos de tablas y ascaques (juegos de damas y ajedrez), y amor por la música cortesana y juglaresca de los trovadores gallegos.

Tras esta presentación del personaje, Alfonso X resume la actividad política y militar de Fernando III, mediante la cual se llevó a cabo la ampliación y la pacificación del reino. Bajo su reinado, se produjo la unión de los reinos de Castilla y León, que hizo de Fernando III el monarca más poderoso de España.

Las conquistas se describen en un breve párrafo. Como su consuegro Jaime I, Fernando III fue un rey que supo aprovechar el vacío de poder dejado en al-Ándalus por los almohades para conquistar "toda España": por conquista directa, implicándose personamente en la mayor parte de las operaciones; sufriendo en ellas frío y calor; dejándose en los campamentos y en las largas cabalgadas jirones de su salud, lo que explica su muerte prematura antes de cumplir los cincuenta y un años; negociando pactos de rendición de la población musulmana y arbitrando medidas para financiar campañas tan costosas y abastecer a huestes tan alejadas de los puntos neurálgicos del reino.
Gracias a este prodigioso esfuerzo militar, el reino se ensanchó de forma notable mediante la incorporación al mismo de las antiguas capitales de al-Ándalus y de las fértiles tierras del valle del Guadalquivir sobre las que muy pronto se volcaría una riada de repobladores.

Gracias a estas conquistas, Castilla amplió de forma considerable su territorio, que se extendía, según afirma con evidente complacencia la "Primera Crónica General" del mar de Santander hasta el mar de Cádiz. El elogio de Alfonso X al rey conquistador se amplía y completa en un párrafo alusivo a la conquista del reino de Murcia, realizada, por orden expresa del monarca, por su hijo don Alfonso siendo entonces infante heredero (1243-1246).

Pero Fernando III no solo guerrero capaz; también fue un político hábil. Como han destacado quienes han estudiado sus campañas en Andalucía, desarrolladas entre 1225 y 1248, buena parte de su fortuna como conquistador se explica por su capacidad negociadora, que le permitió ocupar extensos y poblados territorios a través de acuerdos o pleitesías con las autoridades islámicas. Por este sistema se conquistaron las campiñas béticas y hasta villas de tanta importancia estratégica como Écija, Lucena, Aguilar de la Frontera, Priego, Morón, Estepa, Osuna, Carmona y Alcalá de Guadaira. Gracias a estos pactos permaneció en Andalucía buena parte de la población musulmana, evitándose así su total despoblamiento.

CONQUISTAR Y REPOBLAR.

El elogio que Alfonso X hizo de la figura de su padre no se limitó a destacar su faceta militar. Por experiencia propia sabía de la importancia que tenía la repoblación de las tierras recuperadas al islam. Desde la perspectiva de Alfonso X y en la coyuntura del siglo XIII, asentar pobladores, repartir entre ellos la tierra conquistada, otorgar fueros a las ciudades y villas repobladas, dotarlas de extensos términos y construir o reparar las fortalezas y otras infraestructuras vitales para el territorio, era el cometido principal de todo buen gobernante. Esta política repobladora, mantenida por el monarca durante todo su reinado, fue el justo contrapunto de la actividad de un rey guerrero a quien, sin embargo, preocupó más el día después de la conquista que la conquista en sí misma. Era consciente, sin duda, de que la guerra era simplemente el instrumento para una ampliación del reino. Una vez logrado este objetivo, era preciso remodelar las tierras conquistadas e integrarlas plenamente en el reino mediante el asentamiento del número suficiente de repobladores, el reparto justo entre ellos de propiedades, la concesión de fueros y privilegios a los nuevos concejos o municipios creados, la implantación de otras instituciones administrativas y la restauración de iglesias y catedrales. De esta forma, Fernando III sentó las bases y puso en marcha en Andalucía, y en menor medida en Murcia, un profundo proceso transformador, cuyos resultados -ampliados y completados por su hijo Alfonso- llegan hasta nuestros días.



En sucesivos artículos sobre HISTORIA DEL REAL SITIO DE SAN FERNANDO iremos sacando parte de las aportaciones realizadas en su día a la ACARSF, por su interés histórico y cultural.

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