Más árboles, menos coches y un modelo de movilidad a escala urbana más sostenible. Es la máxima que repiten los expertos en materia de urbanismo y diseño urbano, ante los extremos que trae un cambio climático cada vez con veranos más calurosos y secos.
Ello evidentemente debe tener también su reflejo en el diseño urbano y en el de los espacios públicos. Grandes espacios abiertos pavimentados y sin sombra se convierten en los días de verano en lugares intransitables donde menos aún se puede estar si no es a riesgo de sufrir un golpe de calor. Esta situación se da también en la Plaza de España de San Fernando a consecuencia de desarbolarla para meter un aparcamiento subterráneo, que además el plan general no permitía, y que por el momento no puede ser utilizado.
Es por ello, que hay que procurar mayor superficie blanda vegetal, menos pavimento duro y más arbolado urbano que de sombra y ayude a mitigar los efectos del calor extremo.
En un contexto de mayor aridez y menos recursos hídricos, eso exige una mejor gestión del ciclo del agua en las áreas urbanas, imponiéndose la NECESIDAD de reciclar aguas residuales en óptimas condiciones fitosanitarias para abastecer una red de riego de zonas verdes y alcorques que garantice el mantenimiento de esa foresta artificial pero vital para hacer de nuestras ciudades oasis que posibiliten la calidad de vida de sus ciudadanos.
Decía el urbanista Arturo Soria, que allí donde no puedan vivir los árboles, no deberían vivir las personas en su defensa de urbanizar lo rural y ruralizar la ciudad con su propuesta de "la ciudad lineal" hace ya más de un siglo.
Bien, hoy más que nunca cobra sentido ese principio, aunque tengamos que crear las condiciones para esa foresta urbana de manera artificial pero sostenible en términos de rentabilidad social y ambiental.
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